Generalmente
en el diálogo abierto con personas críticas y muy poco influenciables,
por las tendencias revoltosas o inicuas, para el buen desarrollo de las
cuestiones que nos afectan a todos, he entablado un interacción
puramente interesado en conocer las nuevas cosmovisiones y dudas,
generadas a partir de lo cotidiano que
es y que se ha vuelto el cumplir años. Sabíamos que para abordar este
tema teníamos que mirar atrás, esa grande historia de la que no nos
podemos desligar, la tarea no era fácil porque es mirar la experiencia
de muchos. Ya enunciado anteriormente nos afecta a todos.
Hace unos
pocos años el carisma con el que se recibías ese día, era el tiempo para
el agasajo familiar, sí, llamaba a los primos, hermanos, tíos,
conocidos y personas que querías conocer para darle la buena nueva y la
alegría de tener un año más de vida, al niño se le hacía la conocidísima
por todos piñata, una bolsa llena de frutas, muñecos y dulces, la cual
al ser golpeada por niños con los ojos vendados y el largo madero,
producía ansía de ser rota, de tal forma que diera la alegría de recoger
algo para llevar a casa. En el caso de los mayores el típico almuerzo,
la torta, el brindis y ya llegada la noche una bailada que duraba hasta
el amanecer. Y muchas más formas de celebrar.
Pero hoy parece que los
tiempos no están para eso, o que nuestra cultura ha pasado del gran
acontecimiento de vida, a algo monótono, en el cual, da lo mismo
cumplirlos o no. Claramente descubrimos varios elementos que ayudan a la
comprensión de estos nuevos tiempos y de las ideologías que los rondan.
Unas de las primeras cosas a enunciar es la pérdida de ternura y
sorpresa, esa que nos hacía tener anhelos, nos dejaba sonrojar el rostro
y a lo que le apostábamos todo. Siempre fingíamos que se nos había
olvidado, para en la noche sorprender a la festejada, ahora no fingimos
nada porque claramente se ha olvidado y no hay tampoco mayor
resentimiento.
de la red
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